La industria automotriz está a la puerta de grandes cambios a causa de la llegada de los vehículos eléctricos. No solo carros/autos, también furgonetas, camionetas, camiones y autobuses. Después de que la industria automotriz intentaba por años descartar los vehículos eléctricos como un fenómeno sin mucha importancia, ahora está cada vez más claro que el cambio es inevitable y puede llegar mucho más rápido de lo que muchos piensan. Actualmente hay discusiones acaloradas y caras preocupadas en las juntas directivas de las grandes empresas automotrices. Algunas tomarán decisiones acertadas, otras tomarán probablemente decisiones equivocadas. Algunas empresas bien conocidas sobrevivirán y prosperarán, otras desaparecerán sin pena ni gloria en los próximos años. Pero el cambio viene.

Los vehículos eléctricos son actualmente demasiado caros. ¿Podría ser por el costo de la batería? Eso es solamente una parte de la explicación. La otra es la escala: el volumen de producción es demasiado bajo para que haya economía de escala. A esto se agrega la falta de competencia: las empresas productores de vehiculos no están realmente interesado ​​en vender en cantidad, ya que temen que va a perjudicar su propia venta de automóviles convencionales que les sale más rentable. La respuesta es regulación y más competencia. No más subsidios.

Siguen saliendo más informes sombríos sobre el cambio climático. Antes de botar la gorra y aceptar que el final está cerca, la buena noticia es que con lo que ya sabemos y las herramientas que tenemos a mano, es perfectamente posible evitar los peores escenarios del cambio climático, y el costo no es nada de que asustarse. Requiere políticas decididas y audaces y una voluntad de correr riesgos. El mayor riesgo que enfrentamos es que no tengamos la capacidad requerida.

La cumbre de París afortunadamente terminó en un acuerdo. El acuerdo es insuficiente y no puede prevenir que nuestros nietos enfrenten un desastre climático, pero por lo menos es un inicio, y esperemos que podamos usarlo como base para construir algo mejor. Aparte de los que niegan que el cambio climático tenga que ver con las emisiones de CO2 y que viven en su propio mundo claustrofóbico, gran parte del desacuerdo es sobre la justicia: ¿cuáles son los países que son los culpables y que deben responder por sus actos? La cumbre de París trató de evitar la cuestión de justicia y convencernos de que todos tenemos que contribuir, también los países en desarrollo. Y los países en desarrollo parecen haber aceptado esto a regañadientes.